El pueblo
Era un día común de invierno. Cielos nublados, temperaturas bajas y nadie en las calles del pueblo en el cual me encontraba. Era un pueblo muy viejo; vivo recuerdo del legado español en las Américas y cuna de muchas historias sobre fantasmas. La vida, transcurría en sepulcral silencio. El único sonido que disturbaba la monótona quietud del lugar, era el repique de las campanas de la iglesia llamando a la misa dominical.
El pueblo se ubicaba entre las montañas, y para llegar al mismo desde la ciudad, debían transcurrir dos horas de viaje en auto sobre carreteras no pavimentadas y altamente hostiles a todo tipo de vehículos que osasen pasearse sobre ellas. Sin embargo, al llegar al viejo poblado, cualquier viajero se podía dar cuenta que la travesía para llegar al sitio valía totalmente la pena: hermosos bosques vírgenes rodeaban el panorama y protegían la pequeña villa de poco más de 200 habitantes.
Los locales eran completamente hospitalarios: no podía llegar algún visitante a cualquiera de las casas sin disfrutar de la taza de café y pan dulce casero ofrecido por los amables pueblerinos. La vida en el pintoresco lugar era tranquila y la agricultura la norma de vida. Los jornaleros llegaban a casa a las cinco de la tarde y para las ocho, ya no había alma alguna deambulando por las empedradas calles del centro.
Amaba ese pueblo; por lo tanto, cada vez que la familia de mi amigo, Tomás, me invitaba a pasar unos días en el, sentía total emoción por alejarme del ajetreo y superficialidad de la vida en la ciudad. La casa de la familia era muy antigua, construida en 1912, y pasada de generación en generación.
Los cuadros que adornaban la sala eran algo tétricos, pero se fundían perfectamente en el ambiente misterioso de la vieja vivienda. La casa tenía solo dos grandes cuartos, un baño, una sala y una cocina a fogón de leña. La edificación también tenía un patio dentro de la misma, de esta manera, era imposible ir del baño a la sala sin cruzar el patio sembrado de frondosos árboles y aromáticas flores. La residencia no tenía vecinos, pues estaba rodeada del bosque privado que formaba parte del patrimonio de la familia desde ya hace más de 100 años.
El suceso
Ese día transcurrió normalmente: almuerzo en el bosque, caminatas por el pueblo y la cena cocinada en el fogón al regreso. Pasadas las 9, cuando nos disponíamos a dormir, recuerdo haber ido a la cocina por un vaso de agua. En el comedor estaba sentado el padre de Tomás, don Jorge, portando su característico sombrero. Su figura estaba alumbrada solamente por la tenue luz que emanaba del leño que se negaba a extinguirse. Al terminar de beber mi vaso de agua recuerdo haberle dicho buenas noches a lo cual respondió: «buenas noches hijo, reza por mí». Siendo el señor un católico devoto, no se me hizo rara la petición pues siempre me lo pedía.
La mañana se levantaba indicándonos que, como de costumbre, era el turno de Tomas y mío para preparar el desayuno. Poco después de haber terminado los huevos escuché un carro parqueándose. Al rato aparecieron los padres de Tomás. Nos saludamos y procedimos a desayunar.
Durante la comida, pregunté al padre de mi amigo de dónde venían. El respondió que del velorio de la señora que vivía en una aldea próxima al pueblo. Me dijo que se habían ido inmediatamente después de la cena y que hasta ahora volvían. Sentí un escalofrío y le pregunté si no era el quien estaba sentado en el comedor cuando yo vine por mi vaso de agua.
Don Jorge solo suspiró y nostálgicamente dijo: «ustedes quedaron solos desde las siete. Probablemente ha sido papá, está cerca su aniversario de muerte». Al terminar el desayuno pregunté a mi amigo si su papá bromeaba. Tomás seriamente se limitó a contestar que no. Luego añadió que el abuelo frecuentaba la casa y que a veces le arropaba en las noches.
¿Realidad o ficción?
La historia es verídica, la viví cuando tenía 16 años. Quizá tú, como yo antes de ese evento, no crees en fantasmas. Pero si el alma es un tipo de energía y científicamente sabemos que la energía no puede destruirse, ¿hacia dónde van las ánimas al dejar al cuerpo? ¿Ahora ya crees en fantasmas?
Algunas historias son verdaderas, otras solo inventos. Disfruta de los siguientes videos y decide por ti mismo.
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