Las portadas de los diarios, los telenoticieros en horario estelar y el internet, nos han dado a conocer la realidad que se vive en el Medio Oriente. Constantemente, hemos estado expuestos a los tristes escenarios que la guerra ha traído a esa región. El Estado Islámico de Irak y el Levante ha cometido lo que quizás es el mayor crimen en contra de la humanidad en lo que va del apenas naciente siglo.
Miles de familias con abuelos, niños y mujeres embarazadas, se han embarcado en la última opción que les quedó: la emigración. La situación de los refugiados que vienen de Siria, Irak, Afganistán, Libia y otros países es verdaderamente deplorable. Para ellos quizá sea más probable morir en su propia casa, que pasar por el desierto aguantando hambre, sed, calor y frío. También se exponen a los asaltos y violencia de las bandas, además de a los maltratos de las fuerzas de seguridad y a los altamente viables naufragios de sus barcos hechizos. Y aún con todos esos peligros, para muchos es más probable sobrevivir si departen de la tierra que los vio nacer.
Tras días de arduo viaje, tomar agua es a veces un premio y un pedazo de pan definitivamente un lujo. Los que tienen suerte logran llegar a las puertas del viejo continente. Pero el ser humano es sin duda la más cruel de todas las criaturas de la tierra. Lo que la mayor parte de estas pobres almas encuentran al llegar a Europa es indiferencia, violencia, discriminación, hacinamiento y burocracia. Al parecer, como si pasar por el infierno no fuese suficiente, ahora los refugiados llegan al gélido purgatorio europeo.
No todo es culpa de los políticos y su burocracia, sino de las ideologías que día a día se van extremando cada vez más. Por un lado llega el nacionalismo de derecha, cuasi cortejante con el fascismo, con su sobre exaltación de los valores patrios. Se olvidan de los que no son de su país, su etnia o raza. Se olvidan de aquellos que son diferentes escudándose en un mal percibido amor a la patria y a la cultura. Del otro lado llega la extrema izquierda, abanderando la más falsa predicación de la tolerancia. En el nombre de la libertad promueven tanto libertinaje que bordan ya en el límite de la ridiculez.
En Europa, los parlamentos se convierten en centros de peleas donde insultos como « fascistas» y « amorales» se intercambian como billetes en el banco. Mientras esto pasa las fronteras de la Europa Oriental se convierten en frías tumbas. Aquellos que buscaban refugio, solo encontraron política.
La cálida Merkel
Angela Merkel, canciller alemana, fue quizá la más fuerte abogada de las fronteras abiertas para los refugiados. Miles de ellos entraron a tierras alemanas sin haber sido propiamente examinados; primer error de Merkel. Indiscutiblemente, la gran mayoría de refugiados entró al país siendo lo que verdaderamente son: humanos devastados por la guerra . Pero no solo ellos entraron.
Diversos fundamentalistas islámicos se han colado en tierras germánicas con propósitos siniestros. Y así llego el 31 de diciembre de 2015 a la Alemania de puertas abiertas. Cientos de mujeres reportaron haber sido víctimas de violencia sexual y robo en grandes ciudades del país. La mayoría de sospechosos, según testimonios, o eran de procedencia árabe o del norte de África. El 24 de julio de 2016, un refugiado asesinó a una mujer embarazada. El 19 de diciembre del mismo año, un hombre con lazos al Estado Islámico condujo un camión en un mercado navideño. El saldo de este atentado fueron 12 vidas perdidas. Estos son solo algunos de los incidentes que han acaecido en Alemania desde la entrada abierta para los inmigrantes.
Merkel fue poco enérgica en sus reacciones a los atentados. El resultado fue el alza del partido de extrema derecha, Alternativa para Alemania. Esta agrupación es altamente extremista y ha sido calificado incluso de neo Nazi.
En octubre del presente año se celebran las elecciones en Alemania . Merkel se prepara a ser investida canciller por cuarta vez, sin embargo, el futuro es incierto. No olvidemos la sorpresa que Trump dio a los EEUU.
Mejor afuera que adentro
El Reino Unido dijo no a la Unión Europea. El Brexit ganó la votación en un giro muy inesperado, pero recordemos que el 2016 fue un año de sorpresas. Gordon Cameron, primer ministro, tuvo que dimitir como prometió hacerlo si la mayoría aprobaba el Brexit. Su sucesora, Theresa May, está caracterizada por una férrea voluntad: reminiscente, quizás, a la dama de hierro, Margaret Thatcher.
La crisis de los refugiados fue sin duda un factor decisivo que hizo que los simpatizantes del divorcio con la UE se alzaran con la victoria. En sus repetidas comparecencias ante los medios, May ha dicho que el Reino Unido debe tener el total control de las fronteras; quizá un maquillado comentario a Bruselas, en contra de sus políticas de restablecimiento de refugiados que pretendía imponer a Gran Bretaña una cuota anual. El Brexit fue claro: los británicos están dispuestos a sacrificar incluso sus lazos comerciales con tal de tener total control de su suelo.
¿La tierra de los derechos humanos?
Francia, la histórica tierra de los derechos humanos. El panorama en Francia no dista mucho del resto de Europa en cuanto al auge de la derecha nacionalista se refiere. Después de un legado bastante desastroso del presidente socialista Hollande, el partido sabe que no tiene ninguna oportunidad de ganar las próximas elecciones. Por otro lado, Marine Le Pen, euroescéptica declarada, es la favorita para ganar los comicios primarios del país que se celebrarán este 23 de abril. Los republicanos moderados desde ya planean formar una alianza política para que Le Pen no logre alcanzar la victoria.
El 26 de octubre del año pasado, Francia cerró uno de sus campos para migrantes ubicado en Calais. Poco más de 6400 inmigrantes fueron reestablecidos en diversas áreas de Francia, pero de manera temporal. El gobierno socialista también empezó a dar incentivos monetarios para los refugiados que, por así decirlo, se auto deporten. Y sea quien sea que gane las elecciones presidenciales en la tierra de Victor Hugo, todos coinciden en que la inmigración debe ser reducida.
¿Y el resto?
¿Qué hay del resto de Europa? Pues las cosas no andan mucho mejor. Polonia y Hungría se niegan tajantemente a aceptar inmigrantes alegando razones de seguridad y preservación de la cultura respectivamente. Eslovaquia dijo sí solamente a los refugiados cristianos.
Turquía planea mantener refugiados en su tierra solo si la Unión Europea admite a la nación en este bloque político económico. Los demás países lidian con los inmigrantes de diversas maneras, desde las amigables hasta las fronteras cerradas.
¿Y qué pasará entonces con los refugiados? Eso solo Dios lo sabe. Mientras las fuerzas leales a Assad y los iraquíes ayudados por diversas naciones ganan terreno sobre el Estado Islámico, los refugiados sufren silenciosamente el invierno europeo.
Si en algo se parece el drama de estas pobres almas a la Divina Comedia de Dante Alighieri, las esperanzas son muchas. Si Siria fue para ellos el infierno y Europa el purgatorio, esperemos pronto puedan llegar a una situación estable a la cual llamar cielo.